4 Atravesaron la montaña de Efraím y cruzaron el territorio de Salisá
sin encontrar nada; cruzaron el país de Saalim, pero no estaban allí,
atravesaron el país de Benjamín sin encontrar nada.
5 Cuando llegaron a la comarca de Suf, dijo Saúl a su criado que le
acompañaba: «Vamos a volvernos, no sea que mi padre olvidando las asnas
se inquiete por nosotros.»
6 Pero él respondió: «Cabalmente hay en esta ciudad un hombre de
Dios. Es hombre acreditado: todo lo que dice se cumple con
seguridad.
Vamos, pues, allá y acaso nos oriente acerca del viaje que
hemos
emprendido.»
7 Saúl dijo a su criado: «Vamos a ir, pero ¿qué ofreceremos a ese
hombre? No queda pan en nuestros zurrones y no tenemos ningún regalo
que llevar al hombre de Dios. ¿Qué le podemos dar?»
8 Replicó el criado y dijo a Saúl: «Es el caso que tengo en mi poder un
cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios y nos orientará sobre
nuestro viaje.»
9 Antes, en Israel, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía:
«Vayamos al vidente,» porque en vez de «profeta» como hoy, antes se
decía «vidente».
10 Saúl dijo a su criado: «Tienes razón; vamos, pues.» Y se fueron a
la ciudad donde se encontraba el hombre de Dios.